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Memoria y Emociones

Adultos mayores felices

Cuando tenía cerca de 7 años sufrí una estrepitosa caída mientras jugaba a la “mujer maravilla” , la aventura acabó con 12 puntadas en una pierna, no recuerdo las circunstancias, pero sí recuerdo que alguien me dijo; “aguante, no llore, usted es valiente”. Afortunadamente, la obediencia no fue un rasgo presente, y ante semejante situación de dolor y pena, me desparramé en un florido llanto que me hizo sentir muy bien. Ahora puedo contar la historia con detalles, en parte porque al parecer, la expresividad emocional favorece la memoria, en tanto que la supresión la empobrece.

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Un rasgo cultural de nuestro entorno es precisamente la supresión emocional, a la cual debemos avocarnos si deseamos entrar en un marco social “políticamente correcto”. Al parecer nada más lejos del bienestar mental que semejante propuesta.

Un estudio desarrollado en la Universidad de Stanford plantea el rol de las emociones en la memoria y analiza las consecuencias de la supresión emocional desde el campo cognitivo, demostrando cómo la memoria resulta negativamente comprometida cuando decidimos mutilar la expresión de nuestros estados emocionales.

Diversas investigaciones demuestran que parte de la problemática individual y social que experimentamos tiene sustentación en una educación que pretende mostrar como correcto o positivo una conducta robotizada que se rige por conceptos del bien y el mal, y deja de lado lo que sentimos ante ese bien o ese mal.

Las emociones son el reflejo de una unidad psico somática que depende del medio en que se encuentra, y que sus interrelaciones positivas serán mediadores directos en el noble objetivo de ser feliz, y qué es esto sino una emoción que interviene directamente en la calidad de vida de cada uno de nosotros.

El estudio antes mencionado de la Universidad de Stanford, fue desarrollado por Jane Richards y James Gross, consistió en reclutar 53 personas y dividirlas en dos grupos; a ambos grupos se les indicó que verían una película corta, a un grupo se le indicó que simplemente vieran la película, al otro grupo, se les dijo que debían ver la película, pero que trataran de comportarse como si alguien que los estuviera mirando no pueda saber lo que usted está sintiendo.

Finalizada la película, se les pidió que llenaran un cuestionario de temas que habían sido tratados en el filme. Tal como se esperaba, los participantes del grupo al que se le pidió que suprimieran la expresión de sus emociones recordaron menos detalles que aquellos que simplemente la vieron sin inhibirse.

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Este estudio demuestra que los déficits de memoria asociados a la supresión de las emociones fueron los suficientes marcados como para ser evidentes hasta por los mismos participantes, los cuales reportaron menor confianza en su propia memoria que los participantes que solo miraron la película.

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Este experimento demuestra que la supresión de la expresividad emocional dificulta los procesos de memoria. En una época en donde se necesita cada vez más apegarnos a cánones de comportamiento que por mucho suelen ser inhibitorios, saber la importancia de expresar nuestras emociones resulta liberador, entendiendo que la emotividad es un ancla para la memoria.

Vivir sin anestesia a las emociones y a la expresividad parece ser una buena receta para mantener el preciado fenómeno de la memoria. 

Fuentes

Jane M. Richards; James J. Gross (2000) Emotion Regulation and Memory: The Cognitive Costs of Keeping One´s Cool. Journal of Personality and Social Psychology. 2000.Vol 79. No 3 410-424

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Autor: Dra. Erika Salazar

​Actualizado: 26 de Abril, 2020

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